Texto incluído fanzine colectivo (descargar) realizado en el taller La muerte del Pop en el CA2M
y publicado en El Estado Mental
y publicado en El Estado Mental
Tenemos
narrativas capaces de desbordar los sistemas de representación; pero es curioso
como en la construcción de imaginarios somos súper-tímidas y pensamos en la
'gente normal'...
La
noción de 'gente normal' es un modo de gestionar, atenuar y desarmar las
formas-de-vida en función de las leyes del mercado.
Cuando
moderamos el discurso para llegar a la 'gente normal' le damos cuerpo, nombre y
apellido a la producción policial del sistema.
Es
sorprendente la obsesión que tenemos por diseñar un otro como 'gente normal',
que neutraliza lo que queremos decir y nos frustra, tiñendo el lenguaje de
posibilismo.
La
búsqueda del voto de ese ente fantástico llamado 'gente normal' tiene un
altísimo precio en el mercado capitalista de la representación: el precio de la
derrota.
La
normalidad es un campo de batalla.
Tenemos una cultura
mediada para la 'gente normal'; ese concepto inexistente que neutraliza el
riesgo, el conflicto, el antagonismo, y que personifica nuestro miedos e
incertidumbres.
Al tiempo que la
subjetividad capitalista toma al 'artista' como modelo de producción, su
producción cultural invisibiliza el conflicto.
Cuando
recurrimos a esa figura imaginaria llamada 'gente normal' lo que estamos
haciendo es darle cuerpo al miedo que llevamos dentro.
Al unir supervivencia e integración en el mercado
social, económico, político, se articula la necesidad psíquica de ser aceptado
e integrarse como forma de ser en el mundo.
La
naturalidad con que aceptamos ideas que nos invisibilizan es el arma de
normalización del sistema.
La ‘gente normal’ es la gran protagonista de las
ficciones posibilistas.
La cultura y el
periodismo son las fórmulas que el sistema utiliza con gran éxito para
invisibilizar la guerra en curso contra las más vulnerables.
Son
sintomáticas las características y, sobretodo, las potencias que se le
atribuyen a la ‘gente normal’, como magnitud de medida, vórtex ético, ser
mayoritario, gobernabilidad o respetabilidad.
Frente a la figura del ‘artista’ como modelo de
subjetividad capitalista, la conciencia creativa anormal, criminal, delictiva,
ingobernable.
Fuera del foco censor de los medios de comunicación.
Fuera del marco de significación de las instituciones académicas y culturales.
Fuera de las coordenadas de los discursos políticos y periodísticos. Fuera de
cualquier construcción institucional. Fuera del campo de la cultura.
Mientras tratamos de
desbordar los sistemas de representación, la cultura es un espacio mediado que domestica
el pensamiento como acción.
Cuando
adaptamos nuestros discursos a la figura imaginaria llamada 'gente normal' entramos
en una negociación a la baja que ansía agradar a cambio de neutralizar toda
potencia subversiva.
Es
sintomático que no nos atrevamos a utilizar tipos de lenguaje, por
supuestamente transgresores, que las propias ficciones comerciales usan con total
comodidad... #BreakingBad
Resulta
difícil imaginar mayor muestra de derrota que la moderación del lenguaje para
llegar a la 'gente normal'. Acepta marcos de regulación como marcos de
significación originarios.
Cuando
recurrimos a esa figura imaginaria llamada 'gente normal' lo que estamos
haciendo es darle alas al miedo que llevamos dentro...
La
noción 'gente normal' está estrechamente ligada a la de ciudadano y las
cualidades neutralizadoras y reguladores que se le atribuyen.
Cuando
hablamos de la 'gente normal' construimos un otro que nunca va a entendernos y
que justifica nuestra impotencia.
Mientras
el madero es el policía para controlar a las clases trabajadoras, los
precarios y a los más desfavorecidos, figuras como el mediador cultural o el periodista
institucional son la policía del pensamiento que configura a las clases medias.
mediación cultural
La
cultura de la transición y la mediación cultural de hoy en día responden a una
lógica biopolítica idéntica: la lógica del miedo/control.
La mediación cultural es una agencia de censura
desarrollada para neutralizar la posibilidad de antagonismo político, social y
cultural.
Las capas de presencia policial en la institución
cultural modifican de manera substancial cualquier definición de cultura, así
como las formas de percepción.
La mediación desarrolla filtros y límites que
comodifican y convierten el proceso de producción estética en un proceso
empresarial.
El discurso del arte, que en el mejor de los casos
subraya de manera obediente los discursos políticos hegemónicos dentro del
campo crítico, es integrado en la narrativa de control del sistema de
representación. El arte y la cultura nos entretienen del malestar de la guerra
en curso.
La mediación
cultural es un discurso de clase, con un sistema académico que la avala y un
régimen institucional expositivo que la consolida.
La mediación
cultural ha conseguido que se entienda por cultura los discursos estéticos que
subrayan las líneas maestras del discurso político crítico ortodoxo.
La cultura española,
perdón por el oximorón, es un discursito de clase acomodada y los mediadores
culturales son su policía.
La representación cultural, como representación de
clase y como configuración de los límites que la definen, justifican y
defienden.
La representación como invisibilización del
conflicto y de la guerra del sistema contra las más vulnerables. Sentados en la
butaca desde la que disfrutar de la fantasía de la representación.
La institución artística es el espacio acotado, defendido,
controlado, asegurado y normalizador que crea valor cultural, económico, político.
La institución artística es el espacio de
significación que le da valor artísticos a los objetos y acciones que muestra.
Marca parámetros, jerarquías, espacios de mirada, distancias, seguridades, etc.
La institución es el espacio que le da valor artístico
a un objeto o a un gesto y los convierte en un objeto privilegiado y complejo,
con un destacado valor cultural y económico. El marco de significación de la
institución artística le brinda el contexto que permite leerlo como arte al
poner a su disposición los dispositivos de significación y de construcción de
valor.
máquinas de guerra
Frente al teatro de
la representación, máquinas escénicas de guerra: #SomosVuestraPeorPesadilla
Pensar fuera de los límites de la
legalidad. Pensar fuera del posibilismo.
Los nuevos monstruos son peligrosos porque al estar
vivos escapan a las magnitudes de medida y a las políticas de conformación y a
la gobernabilidad.
El sistema de control policial se ha convertido y se
ha naturalizado como el propio sistema de representación. El sistema de
representación ha pasado ha ser el sistema de representación policial.
Frente a la idea del valor constructivo y social de
la institución las formas-de-vida necesitan generarse fuera de estos espacios
acotados, necesitan respirar e inscribirse en la vida cotidiana, desbordando
barreras, estructuras, registros, categorías, controles y jerarquías
mediadoras.
Cuando aquellos con conciencia de pertenecer a los
grupos más desfavorecidos y vulnerables, excluidos e invisibilizados, se rebelan
contra las formas de significación y subjetivación, las atacan al tiempo que
las ignora, las dejan obsoletas y ridículas, relegadas basurero de la historia.
El pacifismo es uno de los productos de mayor éxito
del sistema capitalista.
La apropiación de las palabras parodiadas,
ironizadas, satirizadas, marginadas, ridiculizadas, gastadas, neutralizadas, que
viene de la pulsión de los márgenes, de la genealogía de una precariedad que
define sus propias condiciones de existencia, de la conciencia de la
explotación y de la necesidad de la rebeldía para existir. Las recarga, las
reinventa, les inyecta un sentido nuevo: la potencia de violencia ontológica.
La dicotomía pacifismo-violencia oculta la
posibilidad de generar formas-de-vida.
Desafíos físicos y corporales, insurgencias,
desobediencias, rupturas, ruidos callejeros, conflictos, altercados,
turbulencias, manifestaciones de odio, insanas, conflictivas. La confrontación abierta
y oculta con la normalidad que neutraliza el conflicto.